Para definir las diferentes épocas de la historia, algunos expertos han añadido adjetivos al pronombre homo, en referencia al ser humano. Desde el homo erectus, el primer antepasado que se irguió sobre dos piernas, hasta el homo sapiens, el primero que desarrolló cierto pensamiento racional y lógico. Hoy en día hemos entrado en una nueva era, la del homo tecnologis, en referencia a la capacidad de la tecnología por cambiar nuestro mundo. En los últimos cien años, el ser humano ha variado tanto su forma de actuar, su entorno, sus propias costumbres, que se puede considerar casi una especie distinta a la que existía hace tiempo. Porque han sido estas herramientas tecnológicas novedosas las que nos han llevado a emprender un camino de progreso absoluto, que a veces hasta da miedo. ¿Estamos utilizando las tecnologías correctamente? Esto es algo que muchos se preguntan, a sabiendas del riesgo que supone dejarnos llevar por ese avance sin poder controlarlo del todo. La serie Black Mirror ya lo mostraba perfectamente en su momento, cómo el terror podía venir de una pantalla, de un simple like en una publicación.
Pero a pesar de su originalidad y su incuestionable calidad, lo cierto es que Black Mirror no fue pionera en este aspecto. La ciencia ficción ya llevaba muchas décadas profundizando en cómo la tecnología podía cambiarnos como especie. En Blade Runner, por ejemplo, se mostraban los replicantes, androides con forma humana indistinguibles de humanos reales, pero que no poseían la capacidad de soñar. Algunos de esos replicantes eran utilizados para los trabajos más pesados, o aquellos que nadie quería hacer, como la prostitución. De hecho, más allá de ciudades envueltas en neón y vehículos voladores, aquella predicción de Ridley Scott a principios de los 80 sí que se ha cumplido. El avance de la tecnología nos ha traído robots sexuales que hoy por hoy están causando furor en muchos países asiáticos. Son vistos por muchos como una alternativa a la prostitución, aunque está claro que hay una enorme diferencia entre tener sexo con un robot a tenerlo con un ser de carne y hueso. Sin embargo, la relevancia de estas muñecas sexuales es cada vez mayor, y no podemos obviar eso de cara a un futuro cercano.
El gran avance de la tecnología sexual
Siempre se dice que cuando se crea una nueva tecnología, en lo primero en lo que se intenta vertebrar es en el mundo del sexo. La importancia de la pornografía como acicate de Internet es más que obvia, y de hecho, fueron los vídeos explícitos los que “ayudaron” a que las conexiones debieran ser más rápidas. También la tecnología se ha ocupado de mejorar el placer sexual de hombres y mujeres a través de diversos artilugios y juguetes. El sexo es, en definitiva, un instinto que todos tenemos, un impulso que debemos saciar, y esto también significa un gran negocio para aquellos que saben canalizarlo. El avance de la tecnología sexual era cuestión de tiempo y en estas últimas dos décadas hemos vivido una auténtica revolución.
Porque la tecnología ha servido para mejorar cosas que ya existían anteriormente. Para hacerlas más globales, para llevarlas más allá e incluso hacerlas más asequibles, que todo el mundo tenga acceso a ellas. Un robot sexual era algo impensable hace tan solo unas décadas, peor hoy en día, gracias a estos avances, pueden ser relativamente baratos, especialmente si vamos a sacarle rédito económico. Las primeras fábricas de muñecas sexualesinteligentes, radicadas en Asia, trabajan principalmente para burdeles especiales de China y Japón. Lugares donde los clientes acuden a sabiendas de que van a encontrar muñecas de este tipo, pagando por pasar un rato con ellas. Puede resultar algo incómodo al principio, pero si entendemos que son juguetes sexuales, al fin y al cabo, la mente se nos abre un poco más.
Robots sexuales vs humanos
Las muñecas sexuales actuales poseen unos avances tecnológicos que harían enmudecer a nuestros padres o abuelos. Atrás quedan esas muñecas hinchables que resultaban antihigiénicas y bajaban el morbo de cualquiera. Eran la única alternativa que existía en aquellos tiempos, así que no había otra que aguantar. Sin embargo, las nuevas tecnologías han traído avances también en este terreno, tanto para hombres como para mujeres. El hecho de que el sector del placer masculino se haya impuesto en los robots sexuales tiene una explicación sencilla: ellos están más abiertos a disfrutar de muñecas de este tipo. La fidelidad que se consigue con los tejidos y materiales actuales es increíble, y si le unimos la inteligencia artificial tenemos un robot sexual preparado para cumplir todas nuestras fantasías.
Son exuberantes, obedientes, encantadoras… pero siguen siendo muñecas sexuales. Están programadas, de hecho, para satisfacer a los clientes, y lo hacen de maravilla, siempre hasta donde llegan sus posibilidades. Pero está claro que la experiencia no tiene nada que ver con el calor humano que uno siente al disfrutar del sexo de la mano de una chica de carne y hueso. La sensibilidad, la pasión, el deseo cruzado y combinado de los dos cuerpos… Eso no se puede imitar en una muñeca sexual, por más que cerremos los ojos y nos imaginemos que estamos con una chica real. Además está el concepto de valle inquietante, que ocurre cuando un objetivo inanimado se parece demasiado un ser humano sin serlo. Eso crea en nuestra mente una especie de cortocircuito al no entender muy bien la situación, que puede provocar problemas para disfrutar del encuentro.
¿Una solución al problema de la trata sexual?
Sea como fuere, y a pesar de que evidentemente la experiencia con seres humanos es mucho más gozosa, las muñecas sexuales están teniendo un gran éxito especialmente en Asia. En países donde la prostitución está prohibida o al menos es alegal, muchos burdeles han encontrado la solución para este problema. Con este tipo de muñecas ya no hay delito, al ser simples robots, que son considerados como objetos y no como seres humanos. Los clientes tienen que decidir entonces si pagar por un encuentro con una muñeca sexual o buscar una alternativa real y más peligrosa entre las prostitutas de carne y hueso. Los burdeles de muñecas sexuales son cada vez más comunes en estos países, pero es una moda que no se está extendiendo.
Se intentó en Barcelona y alguna que otra ciudad europea, pero este tipo de muñecas sexuales no tienen mucho éxito entre los occidentales. De hecho, en algunos casos el encuentro sexual con una muñeca de este tipo puede ser incluso más caro que con una amante profesional. Esto hace que muchos ni siquiera lo tengan en cuenta, prefiriendo siempre el calor del ser humano. Sin embargo, en muchos países la prostitución es delito, estando las chicas obligadas y coaccionadas para ofrecer esos servicios sexuales. La llegada de estas muñecas podría aplacar, al menos en parte, este problema. ¿Estamos preparados para afrontar esa disyuntiva? Pareciera que los tiempos van más rápido que nuestra propia consciencia social.